martes, 11 de marzo de 2014


EVA EN EL PARAISO



Hoy me imagino yo a Eva paseando en el paraíso, con su cabellera larga y su belleza sin par. Siempre ordenando, exigiendo que la consintiera Adán.

No me interesa tampoco, ni me importa lo que digas, mientras me encuentre a tu lado, tu buscaras la comida. Adán con desden la mira; se dedica a caminar, por las orillas de un riachuelo que se desliza hacia el mar y a la sombra de un gran árbol, Adán recoge un panal, para mitigar la sed y endulzar el paladar; y como una tromba marina Eva se acerca furiosa. Te digo que no me dejes, con la palabra en la boca. Mira que te estoy hablando, no me hagas enojar; cumple con tu obligación, me tienes que alimentar.

No te preocupes mujer y deja la cantaleta. Ahí tienes esta patilla, dos mangos o tres cerezas; también a tu disposición los frutos del paraíso; todos los puedes tomar, también acércate a mi y come miel de este panal. Tú si crees que esto es muy justo; lo poco que tú me das. No tengo ropa, calzado, lo poquito que yo tengo lo compro fue mi mama. Mujer no seas injusta, aquí no te falta nada; aquí tu lo tienes todo, aquí tu serás la reina y una mujer muy amada. Recuerda que el señor dijo cuando me trajo a este mundo: de la costilla de Adán con un sueño muy profundo te entrego a esta compañera, y así los dos, serán los amos del mundo.

Todo lo entrego a nosotros para poder gobernar, la naturaleza entera, árboles, flores y frutos y todo animal silvestre; para que de este planeta hagamos algo grande y especial. A mi no me importa eso, ni me interesa el Señor, solo pido lo que es justo, lo que me puede tocar; cumple con tu obligación o te voy a demandar. Alguien estaba escuchando, con ansias de intervenir; era una Anaconda fea, que con sus malignas ideas en Eva quería influir.

Y Eva estaba llorando, pataleando bajo un árbol, la forma de hacer el mal para vengarse de Adán. Lloraba copiosamente, con lagrimas de cocodrilo; de pronto se oyó un susurro, era una voz un silbido, era una Anaconda inmunda que sin pena ni temor en Eva en su corazón engendraría de por vida la vanidad y el rencor.

Mira mujer lo que digo, lo que te voy a aclara: Adán no se encuentra solo, tu también lo has ayudado a cuidar este terruño Paraíso Terrenal; entonces dime mujer: ¿que es lo que tu tienes?, ¿como te van a pagar?, mira que cuando llega el jefe (El Señor), a ti no te tiene en cuenta, solo habla es con Adán. Exige lo que te toca, abre los ojos mujer, la ley es justa y correcta y si comes de este fruto que yo te voy a ofrecer: veras con toda claridad, lo que tiene una mujer. Eva con suspicacia del Señor sentía temor, pero por vengarse de Adán no le importo este temor. Así de un tajo mordió la manzana de la vida, y al instante comprendió que había arruinado su vida; y al mirar a la Anaconda vio reflejada en su rostro, el parecido tan cruel de una serpiente mujer.

Eva se encuentra asustada y corre a buscar Adán, le entrega media manzana y también lo hacer pecar, luego lo increpa y le dice: acuérdate de la ropa que me tienes que comprar, no creas que la tienes fácil, tu eres un holgazán. Ahora si vas a saber lo que es bueno, ya no estas en el Paraíso Terrenal; sal a buscar un trabajo, flojo, tranquilo, arrimao. Tú tienes que responderme, me tienes que alimentar.

Autor: Antonio Hernández Gutiérrez
Fecha: 11 de Marzo de 2014
Derechos Reservados © Copyright
País Colombia

1 comentario:

  1. Magnifica Prosa.
    El árbol de la vida, también conocido como el árbol de la ciencia del bien y el mal. Un símbolo utilizado en la Religión ( recogimiento, culto, observancia, cavilación…etc.).
    Todo para conceder sentido al entendimiento de saber reconocer las tentaciones y los errores que por éstas, ofrece el mundo.
    Desde la perspectiva particular cada quien se expone a tentaciones como los deseos, el materialismo, los retos por el poder, y las ansias de vanagloriarse, es decir sentirse más que otros.
    Jesús mismo en algún momento de su historia vivió y afrontó las mismas tentaciones que nosotros enfrentamos a diario.
    Preciosos argumentos en la historia de Adán y Eva, nos recuerda los dramas cotidianos del ser humano.

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