“CORONEL SALVE USTED LA PATRIA”
Coronel salve usted la patria, ¿Con que mi general, no ve que
estoy completamente en la inopia?, no ve que no tengo ni siquiera un regimiento
adecuado, solo cuento con unos escasos 14 lanceros. ¿Dígame con que quiere
usted que yo salve a la patria? ¡Con sus cojones gran cabrón!, Haga lo que sea,
haga lo que tenga que hacer, pero de usted depende la salvación de esta patria.
Estas fueron las palabras furiosas del general Simón Bolívar al coronel Juan
José Rondón, un militar aguerrido y valiente al mando de unos escasos y
harapientos lanceros tan valientes o más aguerridos que él.
Bolívar estaba completamente derrotado, las fuerzas
federalistas le habían ganado unas tras otras batallas y el desde hacía unas
semanas se encontraba replegado a orillas del Pantano de Vargas en las
estribaciones de Paipa, lo que es hoy, un municipio del departamento de Boyacá
en las faldas de la cordillera Oriental, más concretamente por los lados de la
laguna Sochagota, entre los ríos Chicamocha y Chontales. Las tropas de Bolívar
estaban diezmadas por el hambre, la desnudez y el frio del páramo, que con una
temperatura promedio de 14ºC y donde había precipitaciones lluviosas
constantemente, hacían que las condiciones para el ejército Libertador no
fueran las más halagüeñas.
Me imagino a este patriota venezolano de escasos 29 años, el
coronel Juan José Rondón, recibiendo estas órdenes del General Simón Bolívar.
Tamaña responsabilidad, me imagino que miraría a su alrededor y el panorama que
observó lo tuvo que dejar consternado. Solo unos escasos 14 lanceros, frente a
un ejército bien disciplinado y bien armado como eran las tropas federalistas
de la corona española. Seguro que por su mente pasaron infinidades de
preguntas, quizás hasta pensó en huir, pero no, la cobardía no formaba parte
del diario vivir de estos patriotas, ellos preferían dejar la vida en el campo
de batalla, antes que batirse en retirada. Me imagino que luego de sobreponerse
al impacto de esta orden y antes que desobedecer las órdenes del Libertador, se
puso firme y le contestó: “No se preocupe mi General, Patria, Vida o Muerte”;
lucharemos hasta el final, cuente con la victoria el triunfo es nuestro. Luego
aplicando las enseñanzas aprendidas en las batallas anteriores, emulando a los
grandes militares de la historia, como Napoleón Bonaparte en las batallas
frente a las pirámides de Egipto, y quien les dijo a sus soldados para
fortalecerlos: “Soldados 40 siglos de historia os contemplan”, o también
emulando al bárbaro Atilas quien decía: “donde pisa mi caballo no nacerá más la
hierba.” Quizás recordando a todos estos grandes conquistadores de la historia,
se llenó de valor. Miró al ejercito enemigo con desprecio, se fortaleció así
mismo, se creció en su interior como un gigante indestructible, y tal vez
recordó también ese pasaje de la Biblia de David y Goliat; y entonces todo el
temor, el miedo, desaparecieron de su ser, arengó a todo pulmón a sus escasos
lanceros, gritó con todas sus fuerzas en los caseríos del pueblo muisca,
despertó en los chibchas, habitantes de esa región ese deseo de independencia.
Gritando a todo pulmón, pidió ayuda y su llamado no fue en vano. Los moradores
del caserío muisca vieron en su rostro tal firmeza y decisión: que nadie, ni
las mujeres, los ancianos o los niños fueron capaces de negarles la ayuda
requerida. Rondón se enfrentó al ejercito federalista con sus 14 lanceros, con
unos pocos viejos del caserío muisca, con las mujeres indígenas embarazadas y
con unos escasos niños de unos 6 a 10 años de edad armados con sus palas y
azadones. Y así, con ollas, calderos, palos de escoba o todo lo que sirviera
para golpear, atacaron a ese ejercito federalista con tanta furia, con tanto
rencor acumulado por la esclavitud a que los había sometido el yugo español,
que en pocas horas ganaron la batalla, los federalistas se batieron en retirada
y en el campo de batalla, los lanceros, los ancianos, las mujeres y hasta los
niños gritaban victoriosos, recogiendo los mosquetes y espadas del enemigo,
rearmándose nuevamente para la batalla final.
Coronel excuse usted, la orden tan apremiante pero tan falta
de buena educación que le impartí hace unas tres horas. ¡Pero mi coronel,
estaba desesperado, la patria, la libertad y el triunfo se me escurrían de las
manos como el agua entre los dedos! Habían sido tantas derrotas unas tras
otras, que ya veía también perdida esta batalla. Mi coronel usted ha sido hoy
el ángel salvador de la Nueva Granada, usted es el artífice, el precursor de la
batalla final. Sé y así lo creo que muy pronto entraremos victoriosos a Santa
Fe de Bogotá. Quien así hablaba era el General Simón Bolívar, que felicitaba
efusivamente a esos bravos 14 lanceros, a los habitantes del caserío muisca y
al coronel Juan José Rondón, por ese contundente triunfo obtenido frente al
ejército federalista y que los dejabas a las puertas de la victoria definitiva.
Ahora recordaba aquel fatídico 22 de enero de 1803, él había
prometido en silencio frente al cadáver de su joven esposa, María Teresa del
Toro y Alayza, la libertad de todos los pueblos de América. Juramento este que
reafirmo el 15 de agosto de 1805 en la ciudad de Roma, más concretamente en la
colina romana conocida como el Monte Sacro, delante de su maestro Simón
Rodríguez, donde juró libertar a su patria del yugo español. La mente de
Bolívar era un caos de recuerdos y de felicidad, sabía que ese triunfo, no le
pertenecía solamente a él, habían sido tantas y tantas las personas a su
alrededor, participando en las campañas libertadoras, que recordaba claramente
el día que se entrevistó en Europa con el Generalísimo Francisco de Miranda,
quien lo hizo miembro de la Gran Reunión Americana de Londres o Logia de los
Caballeros Racionales, Simón Bolívar lo invitó a regresar a su patria Venezuela
y esta invitación dio sus frutos: el 12 de marzo de 1806 Miranda entra a la
Vela de Coro enarbolando la que sería hasta hoy la bandera venezolana. Tantos
héroes y patriotas, criollos aguerridos como José Antonio Nariño, Precursor de
esta independencia, José Antonio Galán, José Acevedo y Gómez, Policarpa Salavarrieta
Manuelita Sáenz, el cura Camilo Torres, Concepción Loperena de Castro. Ellos
son los verdaderos triunfadores de esta independencia. Bolívar sabía que su
triunfo estaba sostenido sobre bases firmes, sobre las bases e ideas de todos
esos héroes que él ahora recordaba. Por eso no perdió ni un solo instante, no
se descuidó en lo más mínimo. El como un experto y curtido militar; sabía que
el enemigo podía reagruparse nuevamente y recuperar el terreno perdido. Por eso
en escasos doce días arengo a sus tropas, las fortaleció física y mentalmente y
creo dos contingentes: uno al mando del General Francisco de Paula Santander y
otro al mando de José Antonio Anzoátegui, quienes bajo sus órdenes el 7 de
agosto de 1819 derrotaron en la zona de Boyacá las tropas federalistas del
ejército español, al mando del el general español José María Barreiro, sellando
así definitivamente la independencia de la Nueva Granada.
Ahora estoy seguro de que el general Simón Bolívar vivió y
murió por la independencia de los pueblos americanos y que recordaría hasta en
su lecho de muerte esos gloriosos himnos del “GLORIA AL BRAVO PUEBLO” y el “OH
GLORIA INMARCESIBLE”.
Ojala la muerte del Libertador Simón Bolívar, haya servido
para que algún día todos estos pueblos americanos cumplan su postrera voluntad:
“Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos
y se consolide la unión: yo bajare tranquilo al sepulcro”.
Autor: Antonio Hernández Gutiérrez
Fecha: Julio 20 de 2014
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País Colombia