domingo, 20 de julio de 2014

“CORONEL SALVE USTED LA PATRIA”


Coronel salve usted la patria, ¿Con que mi general, no ve que estoy completamente en la inopia?, no ve que no tengo ni siquiera un regimiento adecuado, solo cuento con unos escasos 14 lanceros. ¿Dígame con que quiere usted que yo salve a la patria? ¡Con sus cojones gran cabrón!, Haga lo que sea, haga lo que tenga que hacer, pero de usted depende la salvación de esta patria. Estas fueron las palabras furiosas del general Simón Bolívar al coronel Juan José Rondón, un militar aguerrido y valiente al mando de unos escasos y harapientos lanceros tan valientes o más aguerridos que él.

Bolívar estaba completamente derrotado, las fuerzas federalistas le habían ganado unas tras otras batallas y el desde hacía unas semanas se encontraba replegado a orillas del Pantano de Vargas en las estribaciones de Paipa, lo que es hoy, un municipio del departamento de Boyacá en las faldas de la cordillera Oriental, más concretamente por los lados de la laguna Sochagota, entre los ríos Chicamocha y Chontales. Las tropas de Bolívar estaban diezmadas por el hambre, la desnudez y el frio del páramo, que con una temperatura promedio de 14ºC y donde había precipitaciones lluviosas constantemente, hacían que las condiciones para el ejército Libertador no fueran las más halagüeñas.

Me imagino a este patriota venezolano de escasos 29 años, el coronel Juan José Rondón, recibiendo estas órdenes del General Simón Bolívar. Tamaña responsabilidad, me imagino que miraría a su alrededor y el panorama que observó lo tuvo que dejar consternado. Solo unos escasos 14 lanceros, frente a un ejército bien disciplinado y bien armado como eran las tropas federalistas de la corona española. Seguro que por su mente pasaron infinidades de preguntas, quizás hasta pensó en huir, pero no, la cobardía no formaba parte del diario vivir de estos patriotas, ellos preferían dejar la vida en el campo de batalla, antes que batirse en retirada. Me imagino que luego de sobreponerse al impacto de esta orden y antes que desobedecer las órdenes del Libertador, se puso firme y le contestó: “No se preocupe mi General, Patria, Vida o Muerte”; lucharemos hasta el final, cuente con la victoria el triunfo es nuestro. Luego aplicando las enseñanzas aprendidas en las batallas anteriores, emulando a los grandes militares de la historia, como Napoleón Bonaparte en las batallas frente a las pirámides de Egipto, y quien les dijo a sus soldados para fortalecerlos: “Soldados 40 siglos de historia os contemplan”, o también emulando al bárbaro Atilas quien decía: “donde pisa mi caballo no nacerá más la hierba.” Quizás recordando a todos estos grandes conquistadores de la historia, se llenó de valor. Miró al ejercito enemigo con desprecio, se fortaleció así mismo, se creció en su interior como un gigante indestructible, y tal vez recordó también ese pasaje de la Biblia de David y Goliat; y entonces todo el temor, el miedo, desaparecieron de su ser, arengó a todo pulmón a sus escasos lanceros, gritó con todas sus fuerzas en los caseríos del pueblo muisca, despertó en los chibchas, habitantes de esa región ese deseo de independencia. Gritando a todo pulmón, pidió ayuda y su llamado no fue en vano. Los moradores del caserío muisca vieron en su rostro tal firmeza y decisión: que nadie, ni las mujeres, los ancianos o los niños fueron capaces de negarles la ayuda requerida. Rondón se enfrentó al ejercito federalista con sus 14 lanceros, con unos pocos viejos del caserío muisca, con las mujeres indígenas embarazadas y con unos escasos niños de unos 6 a 10 años de edad armados con sus palas y azadones. Y así, con ollas, calderos, palos de escoba o todo lo que sirviera para golpear, atacaron a ese ejercito federalista con tanta furia, con tanto rencor acumulado por la esclavitud a que los había sometido el yugo español, que en pocas horas ganaron la batalla, los federalistas se batieron en retirada y en el campo de batalla, los lanceros, los ancianos, las mujeres y hasta los niños gritaban victoriosos, recogiendo los mosquetes y espadas del enemigo, rearmándose nuevamente para la batalla final.

Coronel excuse usted, la orden tan apremiante pero tan falta de buena educación que le impartí hace unas tres horas. ¡Pero mi coronel, estaba desesperado, la patria, la libertad y el triunfo se me escurrían de las manos como el agua entre los dedos! Habían sido tantas derrotas unas tras otras, que ya veía también perdida esta batalla. Mi coronel usted ha sido hoy el ángel salvador de la Nueva Granada, usted es el artífice, el precursor de la batalla final. Sé y así lo creo que muy pronto entraremos victoriosos a Santa Fe de Bogotá. Quien así hablaba era el General Simón Bolívar, que felicitaba efusivamente a esos bravos 14 lanceros, a los habitantes del caserío muisca y al coronel Juan José Rondón, por ese contundente triunfo obtenido frente al ejército federalista y que los dejabas a las puertas de la victoria definitiva.

Ahora recordaba aquel fatídico 22 de enero de 1803, él había prometido en silencio frente al cadáver de su joven esposa, María Teresa del Toro y Alayza, la libertad de todos los pueblos de América. Juramento este que reafirmo el 15 de agosto de 1805 en la ciudad de Roma, más concretamente en la colina romana conocida como el Monte Sacro, delante de su maestro Simón Rodríguez, donde juró libertar a su patria del yugo español. La mente de Bolívar era un caos de recuerdos y de felicidad, sabía que ese triunfo, no le pertenecía solamente a él, habían sido tantas y tantas las personas a su alrededor, participando en las campañas libertadoras, que recordaba claramente el día que se entrevistó en Europa con el Generalísimo Francisco de Miranda, quien lo hizo miembro de la Gran Reunión Americana de Londres o Logia de los Caballeros Racionales, Simón Bolívar lo invitó a regresar a su patria Venezuela y esta invitación dio sus frutos: el 12 de marzo de 1806 Miranda entra a la Vela de Coro enarbolando la que sería hasta hoy la bandera venezolana. Tantos héroes y patriotas, criollos aguerridos como José Antonio Nariño, Precursor de esta independencia, José Antonio Galán, José Acevedo y Gómez, Policarpa Salavarrieta Manuelita Sáenz, el cura Camilo Torres, Concepción Loperena de Castro. Ellos son los verdaderos triunfadores de esta independencia. Bolívar sabía que su triunfo estaba sostenido sobre bases firmes, sobre las bases e ideas de todos esos héroes que él ahora recordaba. Por eso no perdió ni un solo instante, no se descuidó en lo más mínimo. El como un experto y curtido militar; sabía que el enemigo podía reagruparse nuevamente y recuperar el terreno perdido. Por eso en escasos doce días arengo a sus tropas, las fortaleció física y mentalmente y creo dos contingentes: uno al mando del General Francisco de Paula Santander y otro al mando de José Antonio Anzoátegui, quienes bajo sus órdenes el 7 de agosto de 1819 derrotaron en la zona de Boyacá las tropas federalistas del ejército español, al mando del el general español José María Barreiro, sellando así definitivamente la independencia de la Nueva Granada.

Ahora estoy seguro de que el general Simón Bolívar vivió y murió por la independencia de los pueblos americanos y que recordaría hasta en su lecho de muerte esos gloriosos himnos del “GLORIA AL BRAVO PUEBLO” y el “OH GLORIA INMARCESIBLE”.
Ojala la muerte del Libertador Simón Bolívar, haya servido para que algún día todos estos pueblos americanos cumplan su postrera voluntad:

“Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos
y se consolide la unión: yo bajare tranquilo al sepulcro”.

Autor: Antonio Hernández Gutiérrez
Fecha: Julio 20 de 2014
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País Colombia

1 comentario:

  1. Me sentí en esa escena, en la época, en ese mundo de héroes, que luchaban sin descanso, con hambre y casi sin nada y que lo entregaron todo por la libertad y por los derechos humanos. Hoy me aterra como la corrupción y lo inhumano se apodera de esta tierra bendita que se nos ha entregado para ser felices. Precioso relato de época y valiosa documentación. Material digno de ser estudiado en las asignaturas o planes de estudio académicos estatales.

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