EL COMETA ENAMORADO
La luna seguía allá arriba, enviando su resplandor, la
custodiaba un lucero, aquel que vivía en el cielo, un eterno enamorado envuelto
en los mil te quieros. La luna no lo miraba, no le daba su importancia, miraba
al cometa Halley que con su cola brillaba y le alumbraba el camino y por él
ella suspiraba. Siempre envuelta en su fulgor, de amarillo lo esperaba,
elegante iba vestida con sus candongas doradas y se pintaba las cejas para ver
si él la miraba. Mas el cometa Halley él estaba enamorado, de la más bella
mujer que este planeta ha pisado, tierna, delicada y dulce, cual pétalo de una
flor, que le robo el corazón y lo envolvió con su amor; pero ella tan hermosa,
tan tierna y muy delicada; tan sabia como esas diosas que defienden la moral,
vivía sumida en sus cosas, trabajando con afán, hablaba a cada momento que el
tiempo no le alcanzaba y no perdía ni un momento siquiera para descansar;
trabajaba y trabajaba, quería su pensión alcanzar. El cometa la miraba con
tristeza y con pasión, de ella estaba enamorado y él deseaba ser su amado,
vivir en el infinito, una vida placentera y juntos los dos unidos recorrer el
universo, quería mostrarle el misterio y la belleza sideral y llevarla al
planeta Venus donde se podrían amar.
La luna que lo observaba le leía sus pensamientos y se ponía
disgustada y así sus ojos abría y lanzaba mil destellos y un fulgor de fantasía.
Pero Halley el cometa, se paseaba con su cola y alumbraba la ventana de aquella
mujer amada, que levantada temprano, trabajaba y trabajaba y entonces él con
paciencia se detenía y la cuidaba. La observaba desde lejos, tan elegante y
bonita, encerrada en su mutismo, no lograba leer su mente, ella era tan
inteligente que sabía cómo bloquearla, cual psicóloga o filosofa, todo lo
planificaba y era tan ordenada, que nada se le escapaba. Halley siempre la
observaba y de ella esto le gustaba; él conocía estos detalles y la perfección
que practicaba. Los vivía en carne propia en la perfección del cielo, la exacta
planificación y rotación de planetas y como giraba el sol marcando el tiempo y
las horas, sin desnivelarse nada y con exactitud completa, igual que le pasaba
a él que rotaba exactamente, cada tiempo muy preciso dándole vuelta al planeta
y lo que más le gustaba era mirar su ventana y verla tan ordenada, pensativa y
delicada, pero laborando siempre y con su mente ocupada; por eso la perdonaba,
que ella no lo mirara y que no tuviera tiempo de mirarlo con amor, era la dueña
y señora, la reina de la perfección. Y aquí en el planeta tierra, donde siempre
sale el sol, donde canta el ruiseñor y se oye sonar el tambor, la flauta y la
caña e millo y se cultiva una flor, aquí en este planeta, la vida no es la
mejor. Aquí en el planeta tierra hay que sudar con tesón y acomodarse en la
vida a trabajar sol a sol y mirar cómo se hace pa que el tiempo nos alcance,
llegar temprano al trabajo, durmiendo muy pocas horas; despertador y reloj y
programar televisión, que suenen al mismo tiempo pa levantarnos temprano, para
llegar siempre a tiempo y no perder el trabajo.
Y cual fiel enamorado este Cometa insistía, hacia planes en
su mente, muy llenos de fantasías, quería llevarla a la luna, la luna de
Ganimedes, para mostrarle el espacio y el Cinturón de Asteroides, donde viven
escondidos los enanos del amor y regalarle micro asteroides que sueltan
felicidad, igual llevarla a pasear por los mares de Plutón y montarla en el crucero,
el crucero del amor, llevarla igual también al planeta más pequeño, donde vive
el Principito, el que cultiva la flor y pedirle que la deje también ver la
puesta del sol. Decirle cuanto la quiere, que desea ser su protector, dar su
palabra sincera, que la ama con pasión y que ya no quiere ser un cometa, sino
un fiel enamorado y que buscara una hechicera que lo convierta en humano, para
quedarse por siempre con ella aquí en la tierra.
Autor: Antonio Hernández Gutiérrez
Fecha: 20 de Junio de 2014
Derechos Reservados © Copyright
País Colombia
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